Las paredes se comprimen en mí ser, me invade una increíble sensación que sólo el alcohol puede provocar cuando corre en la sangre. Mis piernas se desdoblan como lo harían dos inmensas torres cierto día de septiembre. Siento demonios en la vista, ganas de ver el mundo desaparecer en medio de un estallido celestial o infernal, lo que resulte mejor. No me dan las fuerzas para compadecer al miserable mendigo, ni comprensión a los pobres, que se pudra el cielo, que se derrita el hielo (me va a estallar la cabeza), mis sienes volaran en mil pedazos, mi piel se encogerá al tamaño de un ciempiés, que sentido tiene todo esto.
Doy dos pasos hacia el frente, no, hacia atrás, que importa, vuelo una mirada en mi espalda, no alcanzo a verla, ¿qué pasará cuando estamos de espaldas a la muerte? Importa menos aun, puedo ver mi interior, no es tan interesante como creí, parece más un edificio en construcción a las puertas de mi martirio, alcohol, otra vez, dos pasos con rostro al suelo, no hay tacto, no hay olfato, no hay gusto, hay alcohol. Las ventanas, ya no hablan conmigo desde que olvide que existían, una mañana como esta, 3, 4 ,5 de la madrugada, que màs da, da màs que, ¿Qué significa? Veo como se extingue toda posibilidad de ser algo en la vida, una silla, una mesa, un teléfono, doctor; veo igual como crecen las plantas dentro de tus zapatos, y la mugre en los neonatos. Mi cabeza, ya estallò. Fue muy rápido, era un niño, una botella en mi mano, sorbo a sorbo, humo.
Sabía con certeza, seguridad, que a ningún lado llegaría golpeando puertas de casa en casa, de rincón en rincón, inútil, como los golpes en el pecho, pequé mi dios pequé, sabía también que mañana moriría, alcohol en la sangre, sudor en mis huesos, dolor en mis cabellos y un toro clavando sus cuernos en mis ojos. Todo lo vi, lo sentí, lo pensé, fue sólo un sueño. La angustia esta de mi lado, me acompaña, la odio. La presión en mi pecho es consecuencia de causarles daño a los pobres diablos, al que pide para volar, piedras blancas, diamantinas. Subo la mirada, es una bombilla acorralada por libélulas, polillas, seres de papel, a lo lejos, casi treinta centímetros desde mi cuello al piso, un vaso, trago, duermo, sueño, un paraíso emocional, psicólogos, artistas. Mis ojos se han secado, el calor dibuja estrellas en sus piernas, que complejo el cuerpo humano, hasta siente, increíble. Acabe de dar el segundo paso, hace horas que no muevo un dedo, ni pestañeo. Estoy muerto, es mañana, ciego, toro, abro mis manos, veneno.
